«Entre Mundos», la exposición fotográfica de Kelly Santos Dassault, la cual refleja la realidad de la frontera entre México y Estados Unidos, así como el impacto de la migración de este singular lugar.
La exposición Entre Mundos presenta una nueva selección de obras de la fotógrafa franco-portuguesa Kelly Santos Dassault, realizadas a lo largo de una década documentando la realidad de la frontera entre México y Estados Unidos. A través de una serie de paisajes en gran formato y retratos íntimos, Santos Dassault explora el impacto de la migración en este lugar singular. Sus fotografías son una meditación acerca de la frontera como un espacio físico, como un concepto y mitología. La frontera se presenta como un «no lugar«, un término creado por el antropólogo francés Marc Augé, quien define estos espacios, en este caso la frontera, como un lugar transitorio y liminal, construido sobre identidades culturales y afiliaciones cambiantes. La frontera es un lugar de anonimato y anhelo, que desafía concepciones de identidad nacional, ciudadanía y pertenencia.
Este espacio liminal da lugar a lo que el teórico cultural Homi K. Bhabha denomina como hibridación, manifestándose en la formación de nuevas identidades mixtas debido a la interacción entre diversas culturas y personas en estrecha proximidad. La frontera se convierte en un espacio ‘intermedio’ que lleva el peso y el significado de la cultura. Observamos este fenómeno desplegarse en la cultura norteña, así como en su análogo inverso en el chicano al otro lado de la frontera. Estas ‘terceras identidades’ son un testimonio de la porosidad de las fronteras y la maleabilidad de la cultura. En un mundo globalizado y entretejido, cada vez más precario, ¿qué es una frontera? ¿Cómo se crea una vida en un lugar que también es un espacio de transición, un mundo ‘intermedio’, entre mundos? En este desierto de polvo y fragmentos de las vidas de las personas, surge el laberinto de la soledad del que escribió Octavio Paz.
¿Quiénes son estos personajes en los retratos? Hijos e hijas pródigos, madres y padres. Una parte de la humanidad que es pasada por alto y malentendida. Arrancados de sus raíces y obligados a dejar toda una vida detrás, estos migrantes se encuentran en una posición sumamente precaria. Miran al espectador con ojos cansados y esperanzados. Esta serie de retratos se yuxtaponen contra fotografías a gran escala de paisajes inhóspitos y expansivos. En estos paisajes el continuum natural se ve interrumpido por autopistas, por el muro fronterizo. En conjunto, las fotografías son una meditación sobre la identidad, la dualidad de la otredad y la pertenencia.
El flujo de migrantes que realiza la ardua travesía hacia la frontera entre México y Estados Unidos ha crecido constantemente en la última década, alcanzando su punto más alto en años recientes. En diciembre de 2023, un récord de 300,000 personas cruzaron la frontera en busca de asilo. Un gran porcentaje de los migrantes proviene de lugares más al sur de México, impulsados por circunstancias económicas extremas, como en Venezuela, o por la creciente violencia y corrupción de los cárteles, como en Ecuador y Guatemala. Muchos vienen de lugares del otro lado del mundo, como África, India y China, utilizando a América Central como punto de entrada al continente y, en última instancia, a Estados Unidos. Independientemente de sus razones personales, estos migrantes comparten un denominador común: una esperanza tenaz. La migración de esta naturaleza es, para muchos, una medida de último recurso.
El viaje es largo y arduo, y a veces fatal. A lo largo de la vasta ruta de migración que se extiende desde América del Sur hasta Estados Unidos a través de México, existen una serie de pequeños pueblos y ciudades, puntos de escala para las caravanas de miles que pasan. Pintorescos por su belleza natural, estos pueblos son, sin embargo, desolados y empobrecidos. Como el punto más septentrional de esta trayectoria, Tijuana representa, para aquellos que viajaron miles de kilómetros durante meses, a través de selvas y mesetas, a pie, en camión, y en tren de carga, el punto culminante, material y simbólico, de todas sus esperanzas. Como ciudad fronteriza, Tijuana es un puente hacia otra vida. Y, sin embargo, el viaje está lejos de terminar. Para muchos, la frontera se convierte en un limbo, en un purgatorio burocrático. Un juego de espera con reglas cambiantes y un resultado incierto. Muchos simplemente deciden que no pueden esperar más, cruzando la frontera en sus propios términos. En 2023, se registraron 3.2 millones de intentos de cruce a lo largo de la frontera sur de Estados Unidos.
Cuando Santos Dassault llegó a Tijuana en 2014 a documentar la frontera, quedó inmediatamente cautivada por la ciudad y sus habitantes. Más allá de estas impresiones iniciales, percibió rápidamente otra realidad más sombría y las fuerzas políticas en juego. La impactante imagen del muro fronterizo extendiéndose hacia el océano la conmovió profundamente, inspirando una profunda fascinación por comprender las complejidades de este lugar. Lo que surgió de su tiempo inmersa en la ciudad es un cautivador mosaico de historias, la intersección de mitologías tanto personales como colectivas.